domingo, 10 de enero de 2010

Lauro Marauda - Reivindicación del taller literario en Uruguay

En mi ponencia, básicamente, reivindiqué al Taller literario, considerado ámbito períférico y “menor”, por algunas personas. Con su nuevo formato circular de intercambio y horizontalidad, éste es un fenómeno relativamente reciente en Uruguay.

Comencé haciendo historia...Los docentes y escritores Jorge Arbeleche, Sylvia Lago, Rossana Molla y poco después Suleika Ibáñez y Milton Schinca, en Montevideo, en la década del 70, representan los pioneros de esta actividad. que se gestó en una época de palabras perseguidas y expresiones silenciadas.

En aquel entonces, en plena dictadura cívico-militar, la comunicación por medio de sobreentendidos predominaba sobre la explícita. Las casi clandestinas reuniones en las viviendas de los pioneros (recuérdese que para los militares, más de cuatro personas reunidas resultaban sospechosas) se convirtieron en pequeños núcleos de resistencia, como fue el canto popular, los grupos de reflexión religiosos en las parroquias, el movimiento cooperativo y otras formas populares de asociación.

A partir de escritores reconocidos y desconocidos, docentes de diversas materias del lenguaje, amantes de las letras y últimamente, egresados de un Centro de Formación específico en Talleres, “Quipus”, se expandieron sin pausa pero por muchas causas.

El crecimiento no se limitó a la capital, donde ubicamos no menos de treinta en la actualidad. Carlos Liscano y Rosario Peyrou, Mario Delgado Aparain, Hugo Fontana, Helena Corbellini, Ana Solari, Claudia Migliano, Sonia Otero, Dina Díaz, Rafael Courtoisie, Ana Magnabosco, Juan Francisco Costa, Kydia Mateos, Leo Masliah, Alejandro Camino, Carmen Galusso y muchos más, trabajan con esta modalidad. Somos conscientes que la mención de unos pocos es injusta.

También en el Interior de la República hace años que llevan adelante esta tarea Leonor Arnábal, Cristina Cayorda y Abel Soria, sólo en la ciudad de San José; Leonardo Garet, Celeste Paiva, Carmen Borda, María Stella Olivera, Marcelo Pareja, Carmen Rocca, Beatriz González, Celia Bessonart, Patricia Díaz, Teresita Cheroni, Nelson Guerra, Jorge Albistur, Claudia Díaz y muchos más. La mención de unos pocos es nuevamente injusta, pero da una idea del fenómeno.

En aulas, casas municipales, livings de hogares, recintos alquilados, librerías y otros lugares afines y no afines, tiene lugar actualmente el intercambio de información, creaciones, libros, fotocopias, comentarios, análisis, bromas, refrescos o mate, que damos en llamar “Taller literario”. Allí se actualizan conocimientos y se crea literatura, oral o escrita. Se interpretan, analizan o crean textos. En su distribución espacial habitual, entre ocho o doce personas, sentadas en círculo, comparten el asombro y la emoción, la sensibilidad y la risa ante diversos textos literarios. El saber pertenece al grupo.

Nada más lejos de la realidad que pensar que ningún gran escritor pisó jamás un Taller, o que de los Talleres no surgen grandes voces. Últimamente, ganadores de premios en concursos nacionales y oficiales han pasado poco o mucho tiempo por estos espacios. Baste la mención de algunos nombres, como Tomás Stefanovics, Fernando Foglino, Estela Golovchenko, Mercedes Vigil, Horacio Cavallo, Fernanda Trías, Teresa Puppo, William Johnston, Eduardo Curbelo, Pablo Silva, Jorge Chagas, Gustavo Esmoris, Mary Vázquez, Lilian Hirigoyen, Martín Barea, Cristina Morán y tantos otros, para rebatir esa afirmación infundada.

Cuando el disparo de luces de un Taller enceguece firme y deliciosamente el alma, resulta una forma nueva de aprendizaje, un proceso deliciosamente fecundo.


Prof. Lauro Marauda

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